¿Cuándo conocemos un destino urbano o quizás en lo rural también, de verdad podemos afirmar que lo conocemos? Puede que unas breves vacaciones en un destino turístico nos den una impresión de los que "es" tal lugar. Pero está muy distante de ser real, pues el turismo siempre ha manipulado la impresión que se deja en los visitantes ante la realidad que se vive en el lugar.
Al llegar a ciudades como Santiago de Chile que es un destino muy popular, además de su título como capital, por su cercanía a los viñedos o a la cordillera, que en invierno habilita los deportes en las nieves. Pero esos turistas del resto de Sudamerica que no cuentan con la suerte de tener nieve con relativa facilidad a su acceso, cuyo destino depara en lo alto del pueblo de montaña, Farellones, llegan a la capital y poco después de salir de la carretera que conecta Santiago con el aeropuerto, se sumergen en un tunel del cual emergen en una de las comunas más pudientes del país, cuyos espacios publico, perfiles urbanos, zonas verdes y demás componentes del paisaje urbano están muy distantes de la realidad del resto de comunas donde habita la mayoría de la ciudadanía Chilena.
Lo mismo ocurre al llegar a Bogotá, donde la Calle 26 o Avenida del Dorado, la cual conecta el Aeropuerto internacional con el centro de la ciudad, esta resguardado por altos edificios corporativos y hoteles a lo largo de la mayoría del camino. Y aquellos turistas que se dirijan hacia el centro , serán recibidos por un paisaje urbano icónico, hermoso e histórico. Pero la realidad es que aquella vía, en una considerable porción de su trayecto está ubicada entre las localidades de Fontibón y Engativá, cuyos estratos predominantes son 2 y 3 (clase media baja). Pero esa realidad no es visible a los visitantes temporales, y ni siquiera para un gran número de la población más privilegiada que si vive en la ciudad pero cuyas realidades son abismalmente distantes de las de la población con menos privilegios.
Pero Bogotá y Santiago jamás serán destinos tan magnéticos en términos turísticos como los es Cartagena de Indias. Este destino es referente mundial por su valor histórico y patrimonial, por sus cálidas aguas caribeñas, sus atardeceres despampanantes y el icónico paisaje urbano a escala peatonal de los transeuntes que visitan el centro histórico dentro de la famosa ciudad amurallada. Aquellos turistas que visitan este destino, probablemente se hospeden en alguna renovación dentro de la ciudad histórica o en las altas torres de Boca Grande y Castillo Grande, cuya reminescencia urbana es mas semejante a Miami que a alguna otra ciudad de realidad latinoamericana.
La polaridad socio económica es la que más se demuestra en el paisaje urbano que refleja la realidad de la ciudad, pues son Boca Grande y Castillo Grande los sectores de mayor valor estratificado (6) y Manga (5) donde predominan los edificios en altura. En el resto de la ciudad predominan los estratos 1, 2 y 3 con viviendas de baja altura, y en muchos sectores, en pobreza con una carencia de superficies verdes por habitante notable (menos de 10 m2).
Sin embargo, la realidad si puede ser visible ante el ojo crítico de los turistas que no se dejan tentar únicamente por lo pintoresco del centro, ni mucho menos por la terrible y agobiante oferta del turismo sexual, escena notoria al cruzar el portal de la Torre del reloj en la Plaza de Los Coches con descarada evidencia. Ignorando este hecho, el espacio público demuestra las irregularidades en las prioridades de las administraciones de la región. En la escala del perfil urbano histórico, donde sus calles jamás fueron pensadas para el automóvil, y aunque desde 2018 la alcaldía había anunciado la peatonalización de 45 calles en el centro, hoy en día todavía prevalece el flujo compartido entre las masas de turistas peatones y los carros, que en altas horas de la noche gozan de la ausencia de restricción de velocidad. Medidas que en otros centros si se han tomado.
A escala del peatón que camina las calles del centro se evidencia la falta de planeación con las irregularidades entre las fachadas renovadas, en los acabados arquitectónicos de las ventanerías, e inclusive con la puesta en escena de las vallas de construcción sin empatía con el contexto patrimonial.
Desde lo alto también se evidencia la polaridad entre el centro histórico, donde prevalecen los Bienes Patrimoniales, entonces los habitantes y visitantes pudientes han impulsado la demanda por las viviendas en altura que adornan la península de Boca Grande que como mencionamos previamente, es un skyline supremamente descontextualizado de la realidad.
Es una ciudad con un potencial incomensurable, que si logra vencer el clasísmo racista que impulsa el turismo, y se adentrara en la cultura macondiana disfrutando de festividades de la población verdaderamente local, vería el valor verdadero que yace en su historia, y el patrimonio sería venerado al servicio de su memoria.